Límites razonables serían la llamada a la violencia si el motivo no es defensa propia legal, legítima o crítica(en el sentido de que la vida pueda verse amenazada), acusaciones gratuitas o falsas de delitos o incluso de violencia. El discurso de odio puede estar amparado por la libertad de expresión, pero también a costa de la imagen y el honor del emisor.
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