La privada acaba funcionando mejor por una serie de ventajas sobre la pública: los pacientes tienen más libertad de elección e información, su tratamiento estará mucho más personalizado, los suministros de su tratamiento serían más rápidos, se reduce la burocracia que hace esperar para simples consultas y se puede incluir a gente con pocos recursos para pagar un seguro médico. Además, la innovación necesita todas las salidas posibles, y centralizarla tanto hace que se tarde más. También existe la competitividad entre clínicas, de forma que las que no quieren tener un buen nivel desaparecen y las que sí quieren actualizarse perduran.
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